A lo largo de la historia innumerable cantidad de asesinatos quedaron sin respuestas tanto en el país como en la ciudad. El médico forense Manuel Caro dio su opinión acerca del tema. El interrogante sobre la posibilidad (o no) del crimen perfecto reapareció y cobró, instalado por la hipótesis del triple homicidio que se investiga en el caso Grottini.
Silvia Dángelo
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Los investigadores, los autores de novelas policiales y los amantes del género históricamente se han preguntado si el crimen perfecto existe. En general se dice que no, que la falla en los casos no resueltos se encuentra en el investigador que no ha podido entender al cuerpo que “habla” en la autopsia o leer los indicios que los criminales van dejando en la escena del crimen o no ha podido ver las “otras palabras no dichas” detrás de un testimonio.
Se avale o no esta postura, lo cierto es que hay una larga lista de crímenes no resueltos.
Baste como ejemplo la sospechosa muerte del fiscal especial Alberto Nisman, cuyo cuerpo no habló o su voz no pudo ser decodificada ya que aún no pudo determinarse si la causa de su muerte -que se continúa investigando- se produjo por un suicidio, un suicidio inducido o un asesinato; pero lo que parece reafirmarse es que cualquiera sea el resultado de esas conclusiones, una gran parte de la sociedad no va a creerlas.
Otro caso emblemático es el del empresario postal Alfredo Yabrán, quien se habría pegado un tiro de escopeta mientras era acorralado por la policía en su estancia de Entre Ríos. Estaba prófugo desde hacía cinco días tras el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas del que lo acusaban de ser el ideólogo. Si bien la Justicia identificó el cuerpo y determinó que se trató de un suicidio, la muerte de Yabrán generó toda una leyenda en Argentina debido a que su rostro quedó totalmente irreconocible tras el balazo, y que su cuerpo no fue exhibido antes de ser cremado.
Por lo tanto, muchos aún dudan de que efectivamente haya muerto. Una teoría conspirativa asegura que la longitud de sus brazos y el tamaño del cañón hacían imposible que se disparase. Los escépticos creen que el empresario montó la escena de su muerte y actualmente vive en algún lugar alejado del mundo con otra identidad.
Más dudas
Tampoco pudo esclarecerse el caso del brigadier Rodolfo Echegoyen, que murió de un tiro en la cabeza pocos días después de renunciar como director de la Aduana. Echegoyen investigaba un posible caso de tráfico de drogas que casualmente involucraba a una empresa de Yabrán.
En 1991 la Justicia archivó el expediente, considerándolo un suicidio, pero por presión de la familia se reabrió el caso seis años más tarde, y se determinó a través de pericias que la pistola que mató al funcionario fue disparada por otra persona. El caso nunca se esclareció.
Pero quizá el caso más enigmático sea el de Julio López, del que nada se sabe desde su desaparición en el año 2006: no hay testigos, no hay indicios, “se lo tragó la tierra”. El albañil había sido víctima del secuestro y las torturas durante el último régimen militar.
Su testimonio fue clave en el juicio que se le seguía al ex represor Miguel Etchecolatz, ex director de Investigaciones de la policía.
El hombre fue visto por última vez el 18 de septiembre de 2006 cuando iba desde su casa al juzgado donde se realizaba el proceso contra Etchecolatz.
Su desaparición sigue siendo un misterio y la justicia no logró determinar una hipótesis de lo que ocurrió, ni tampoco detuvo a sospechoso alguno en la causa.
En San Nicolás
Nuestra ciudad también es parte de la saga, con varios enigmas irresueltos. El más recordado quizá sea el caso Murature – Gil, una pareja de jóvenes que fueron encontrados asesinados durante un periodo violento de la ciudad y por el que nunca hubo condenados.
Acaso el caso más aberrante que quedó como una herida entre las que más duelen sea el de la muerte de la niña Débora Giselle González de 12 años, desaparecida en el año 2007 y cuyo cuerpo fue encontrado un mes después en un descampado que ya había sido rastrillado en la búsqueda con resultado negativo.
El estado del cuerpo, que parecía haber sido sometido a alguna extraña sustancia, no había permitido mayores precisiones sobre la causa de la muerte. Se presumía que había podido ser estrangulada y violada. Aparentemente el cuerpo había sido mantenido en un freezer durante un tiempo y posteriormente arrojado al lugar donde lo hallaron.
Años después se supo que un hombre de 56 años detenido por haber abusado y asesinado a su sobrina Priscilla de 12 años en Ramallo, había estado sospechado sin ser imputado, por el crimen de Débora de la misma edad, cuatro años antes. Ambos asesinatos con varias similitudes.
En la Basílica
Ramón Almirón había sido detenido mientras rezaba en la Basílica, poco después de que la Policía encontrara el cuerpo sin vida de Priscilla Ayelén Schneider. La niña presentaba dos puntazos en el pecho. Su cuerpo fue hallado en un campo de eucaliptos, en las afueras de Ramallo.
Sus padres habían denunciado la desaparición luego de perder contacto con ella. Según el informe forense, la niña recibió dos heridas profundas de arma blanca. Una de ellas le perforó el corazón.
Almirón había estado preso como sospechoso del crimen de Débora Giselle González, cuyo cuerpo fue encontrado el 31 de mayo de 2007, pero había sido liberado poco después por falta de pruebas. Lo condenaron por la muerte de Priscilla pero el estado del cuerpo de Débora (que se presume fue violada y estrangulada) no permitió que la autopsia fuera concluyente y por lo tanto fue sobreseído por ese crimen.
De todas formas, aunque Almirón no fue condenado por la segunda muerte, fue alojado en la Unidad Penitenciaria 34 de Melchor Romero, acusado de ser el autor del homicidio de Priscila. Unos años después falleció mientras se encontraba preso.
El forense
El último de los casos más resonantes que investiga la justicia nicoleña tiene como protagonista a Damián Grottini, el hombre que podría ser un asesino serial sospechado nada menos que de fraticidio, filicidio y matricidio. Una de las hipótesis acerca de la manera de comisión de los presuntos asesinatos es la de haber insuflado aire en el suero de las víctimas. Surgió entonces la pregunta acerca de si es posible matar con aire y si existe el crimen perfecto.
El Diario EL NORTE consultó al Médico Forense Dr. Manuel Caro, quien se desempeña oficialmente desde hace muchos años en esta especial función investigativa.
El Dr. Caro, consultado sobre la hipótesis general de matar con aire, manifestó que esta manera de terminar con la vida de una persona es posible. “Sí, se puede matar con aire, pero se necesita una cantidad importante, unos 50 ml y deberían ser inyectados de determinada manera para que produzca un paro cardiaco, que sería la causal de la muerte”, afirmó.
Respecto de la existencia del crimen perfecto, Caro considera que no existe. “Siempre hay algo que conecta a alguien con ese crimen. Puede ser que haya algún testigo que vio alguna de las circunstancias que nos dan indicios de lo sucedido o conversaciones en días previos o sospechas de que algo iba a suceder. Las distintas partes de la investigación tienen que saber buscar. El hecho de que un crimen no se resuelva puede que suceda porque no se investiga lo suficiente, o porque no se logra dar con los indicios o se contamina la prueba. Pero que los cuerpos hablan, eso es real: lo hacen a su manera. A través de las lesiones que presenta el cuerpo puede establecerse claramente la causal de la muerte y el mecanismo utilizado en el hecho para poder llegar a la verdad real del suceso”, indicó el especialista.
Cristian,“conmocionante”
Consultado acerca de alguna de sus intervenciones que lo haya impactado especialmente, relató que el que más lo conmocionó fue el caso de Cristian Quiroz: el chiquito que cayó en un pozo en calle Alberdi y Moreno. “Fueron muchas horas en el lugar del hecho, más de veinte. No me moví para nada de ahí. Vi bajar a toda la gente al pozo. Recuerdo que al nene nunca se lo escuchó gritar, ni llamar. No murió por los golpes. Era un terreno fangoso; se ahogó ahí, tapado por el barro. Fue terrible”, afirmó Caro.
Y agregó: “El segundo caso que me impactó con fuerza fue el crimen de Donato, que fue asesinado por un hombre con trastorno mental. Le sacó totalmente los órganos; nunca había visto una cosa así, no vi un caso igual en todos mis años como forense. El asesino era inimputable, en eso fueron coincidentes las pericias que realizamos en nuestra ciudad con las efectuadas en La Plata”.
“Otro caso difícil fue el de Monseñor Ponce de León, en que a través de la autopsia comprobamos que su muerte fue accidental cuando todos creíamos que su muerte había sido producto de un asesinato. Pudo llegarse a la conclusión porque su cuerpo a pesar de que habían pasado más de treinta años desde la muerte estaba muy bien conservado. En realidad, todos estábamos convencidos de que había muerto por homicidio y fue realmente un accidente. El estado de semi-momificación en el que se encontraba permitió ver los hematomas, inclusive en el tronco cerebral”, concluyó el reconocido médico forense.
El crimen perfecto no sería posible. Siempre hay señales, pruebas, indicios, dicen los que saben. Pero no menos cierto es que hay muchos casos que no fueron resueltos.