Con una misa presidida por monseñor García, las parroquias de la diócesis de San Justo que integran las barriadas matanceras “Padre Bachi”, recordaron al padre Mugica a 48 años de su muerte.
Con una misa presidida por el obispo de San Justo, monseñor Eduardo García, las parroquias de las barriadas matanceras “Padre Bachi” recordaron al padre Carlos Mugica, a 48 años de su muerte.
La Eucaristía estuvo concelebrada por sacerdotes de los barrios, y tuvo lugar en el santuario del Sagrado Corazón, donde las comunidades se reunieron para reflexionar sobre la figura del padre Mugica, mientras que los niños y niñas de los clubes parroquiales participaron de un campeonato de futbol y hockey.
Sin el Maestro
En su homilía el obispo se refirió al Evangelio diciendo: “Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco tiempo entre ustedes». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro? ¿Qué será del pueblo en el que sembró una esperanza nueva?”, planteó.
“Jesús les hace un regalo: «les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos”, aseguró el obispo.
“El estilo de amar de Jesús es inconfundible. No se acerca a las personas buscando su propio interés o satisfacción, su seguridad o bienestar. Sólo parece interesarse en hacer el bien, acoger, regalar lo mejor que él tiene, ofrecer amistad, ayudar a vivir. Lo recordarán así años más tarde en las primeras comunidades cristianas: «Pasó toda su vida haciendo el bien»”, señaló.
“Nada de amor romanticón de novela turca. Amor con todas las palabras. ‘Amor que da la cara’. Nunca se escondió para curar, sanar perdonar, compartir el pan. Por eso reconocerán que son sus discípulos. La única vez que hizo algo a puertas cerradas con los discípulos fue para poner las cosas en claro: «La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se aman unos a otros». Lo suyo, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con su espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad”, sostuvo.
“Un amor con la fuerza que se pone al servicio de quienes lo pueden necesitar más. Hace sitio en su corazón y en su vida a quienes no tienen sitio en la sociedad ni en la preocupación de la gente. Un amor que defiende a los débiles y pequeños, los que no tienen poder para defenderse a sí mismos, los que no son grandes o importantes para nadie. Se acerca a quienes están solos y desválidos, los que no tienen a nadie”, enumeró.
Gestos
“El amor y la fe necesitan gestos que lo hagan visible, hombres y mujeres libres que lo hagan carne donde vemos reflejadas las palabras de Jesús, que dejaron de ser palabras para transformarse en vida. Palabra que en algunos se hace carne y sangre por el martirio. Derramaron su sangre”, valoró.
Y en referencia al padre Mugica, expresó: “Celebramos juntos la vida de un testigo, protagonista y mártir de ese amor. Él vivió el amor activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir a los más vulnerables”.
“El Padre Carlos vivió un amor que dio la cara, y puso su cara por aquellos a los que no les quedaba más remedio que acostumbrarse a ir muriendo de poco en la indignidad”.