El 20 de diciembre de 2004, un grupo comando robó el tesoro del Northern Bank de Belfast. Dos décadas después, los 40 millones de dólares robados siguen sin aparecer y no se conoce la identidad de los autores.
El 20 de diciembre de 2004 marcó el inicio de un misterio que, dos décadas después, sigue sin resolverse. El asalto al Northern Bank de Belfast, una operación digna de una película, no solo dejó un botín histórico, sino también una ausencia total de pistas que condujeran a los responsables.
Apenas 300.000 de los 26,5 millones de libras robados fueron recuperados en manos de un intermediario ajeno al golpe.
La operación perfecta
El atraco parecía diseñado con precisión quirúrgica. Dos grupos comando secuestraron a Chris Ward y Kevin McMullan, altos directivos del banco, y a sus familias.
La noche del domingo 19 -el día previo al robo- entraron en las casas de dos de los más altos directivos de la sucursal del Northern Bank del centro de Belfast y los mantuvieron cautivos toda la noche junto con sus familias. En ambos casos, para que les abrieran las puertas, los secuestradores se hicieron pasar por policías que venían a informar sobre un supuesto accidente de tránsito sufrido por un familiar.
La mañana siguiente, Ward y McMullan fueron a trabajar como todos los días, pero con instrucciones precisas sobre lo que debían hacer, obligados por la amenaza de matar a sus familiares si no obedecían.
Los ladrones sabían que ese día habría mucho dinero en la sucursal, donde siempre se centralizaban los fondos para abastecer a las del resto de la ciudad, a los que se sumarían los depósitos de los comercios de la zona, mucho mayores que los habituales debido a la alta recaudación por las ventas navideñas.
Ward y McMullan eran los últimos empleados en abandonar la sucursal. Las indicaciones de los ladrones eran: cuando estuvieran solos, debían abrirles las puertas del banco y las de la bóveda, a la que también tenían acceso.
Amenazados con la muerte de sus familiares, los dos directivos siguieron al pie de la letra las órdenes de los asaltantes.
Así, la noche del 20 de diciembre, un tercer grupo comando -integrado por hombres enmascarados- entró a la sucursal y vació la bóveda con la ayuda de Ward y McMullan, que debieron ayudarlos a cargar las bolsas con dinero en un camión. Cuando terminaron, el vehículo se alejó con rumbo desconocido, dejando solos en el banco a los dos empleados.
El botín, compuesto mayoritariamente por billetes nuevos de 20 y 50 libras, desapareció en el camión, y los empleados, temerosos por la seguridad de sus familias, no alertaron de inmediato a la policía.
Sin rastro
Los ladrones y el dinero se esfumaron sin dejar rastros. La única esperanza de la policía radicaba en detectar transacciones que permitieran llevar hasta los asaltantes, porque la mayoría del botín estaba compuesto por billetes nuevos de 20 y 50 libras, fáciles de detectar. Sin embargo, pasaron meses sin que aparecieran.
Las autoridades se enfrentaron a un rompecabezas casi perfecto. El modus operandi hizo que las sospechas recayeran sobre el IRA, la organización militar independentista irlandesa, debido a su capacidad logística y antecedentes. Sin embargo, no había pruebas concretas que conectaran al grupo con el robo, solo una hipótesis basada en su supuesta precisión militar. Esta teoría no solo avivó las tensiones políticas, sino que también congeló las negociaciones de paz que se desarrollaban tras el Acuerdo del Viernes Santo de 1998.
300.000 libras
Los meses siguientes estuvieron marcados por detenciones sin pruebas concluyentes y un escándalo financiero. El Northern Bank reveló que no contaba con un seguro que cubriera el robo, obligando a su matriz, el National Australia Bank, a asumir las pérdidas para evitar que el escándalo afectara la venta del banco al Grupo Danske.
Aunque siete personas fueron arrestadas, entre ellas miembros de Sinn Féin, el brazo político del IRA, todas fueron liberadas. Solo el contador Ted Cunningham fue condenado por lavar una mínima parte del dinero, pero sin vinculación directa con el asalto.
Con el tiempo, billetes del botín aparecieron en transacciones menores, pero la mayoría permanece desaparecida. La hipótesis más plausible sugiere que el dinero sigue oculto o fue invertido en actividades ilícitas imposibles de rastrear.
Dos décadas después, el asalto al Northern Bank de Belfast sigue siendo el mayor robo bancario perpetrado en el Reino Unido y también un misterio sin resolver. Se ha convertido, casi a la par del famoso robo del tren postal de 1963, en una leyenda dentro de la historia criminal británica.