Un día como hoy en 2007 comenzó el juicio que reveló los horrores detrás de la granja de Robert Pickton, un asesino serial de Canadá.
El 22 de enero de 2007 comenzó en Vancouver uno de los juicios más impactantes de la historia criminal de Canadá. Robert William Pickton, apodado “El Descuartizador de Vancouver”, enfrentaba la justicia tras ser acusado de asesinar a 26 mujeres.
Pickton, nacido en 1949 en Port Coquitlam, era propietario de una granja porcina que utilizó como escenario para sus atroces crímenes.
Durante décadas, mujeres desaparecieron del Downtown Eastside de Vancouver, un barrio marcado por la pobreza, la drogadicción y la prostitución.
Las investigaciones iniciales fueron tardías y fragmentadas, ya que las víctimas pertenecían a comunidades marginadas, algo que Pickton aprovechó para actuar impunemente.
En 2002, tras años de denuncias de familiares y activistas sobre la desaparición de mujeres en la zona, la policía registró la granja de Pickton.
Lo que encontraron fue escalofriante: restos humanos mezclados con residuos animales y pruebas que vinculaban directamente al granjero con al menos 26 asesinatos.
El juicio
El juicio contra Pickton comenzó formalmente el 22 de enero de 2007, en medio de una intensa atención mediática.
Inicialmente fue acusado de 26 homicidios, pero solo se le juzgó por seis debido a la complejidad de los casos.
La fiscalía presentó pruebas contundentes, incluyendo ADN de las víctimas encontrado en la propiedad de Pickton y confesiones del acusado a un compañero de celda encubierto.
En diciembre de 2007, Pickton fue declarado culpable de seis cargos de asesinato en segundo grado y sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional durante 25 años, la pena máxima permitida por la ley canadiense en ese momento.
El caso de Pickton no solo expuso la brutalidad de sus crímenes, sino también las fallas de las autoridades para investigar las desapariciones de mujeres en Downtown Eastside.
Durante años, las denuncias de familiares y organizaciones comunitarias fueron ignoradas o minimizadas, lo que permitió que el asesino continuara actuando.
El gobierno canadiense llevó a cabo investigaciones posteriores para analizar la respuesta policial y buscar justicia para las familias de las víctimas. El caso también impulsó debates sobre la necesidad de proteger a las comunidades vulnerables y mejorar los recursos para prevenir la violencia contra las mujeres.
El juicio del “Descuartizador de Vancouver” no solo marcó un antes y un después en el sistema judicial canadiense, sino que dejó una lección imborrable sobre la necesidad de no desestimar ninguna vida, independientemente de las circunstancias.