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DOS NICOLEÑOS CAMPEONES DE LA COPA ASIMOV DE SUMO ROBÓTICO

Elio, ingeniero y docente, junto con sus hijos Nicolás y Ramiro desarrollan dispositivos autómatas para competencias de Sumo Robótico. Apilan títulos en competencias nacionales y recientemente ganaron la Copa Asimov que organiza el Instituto Tecnológico de Buenos Aires. Se valen de lo lúdico para generar entusiasmo en los jóvenes interesados en las áreas de robótica y automatización. “Lo que se genera con este tipo de emprendimientos es que los alumnos incorporen conocimiento de lógica para desarrollar algoritmos, que en definitiva es lo más importante”, sostiene Elio Páez.

De la redacción de EL NORTE
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Sin entusiasmo es más complicado lograr grandes cosas. La máxima cabe para todo aquello que nos proponemos como meta. El éxito y el entusiasmo están estrechamente relacionados, y son independientes de un resultado, puesto que un triunfo siempre es circunstancial mientras que el éxito está vinculado a un objetivo que supera las pretensiones de triunfo. El éxito es resultado de un proceso que supone etapas de aprendizaje, de formación, de mejoras continuas. Y que, fundamentalmente, trasciende lo competitivo.

Éxito, para graficarlo con un ejemplo, es lo que han construido los Páez, una familia nicoleña que desde hace más de diez años le ha puesto grandes dosis de entusiasmo al desarrollo de la robótica y la automatización. Y hoy son un faro para los jóvenes que buscan adquirir conocimientos en áreas que han dejado de entenderse como futuristas para ser, si existiera el término, «presentistas». No hace falta decir que el conocimiento en el campo de la robótica abre puertas y oportunidades laborales en todo el mundo.

Los varones de la familia Páez, Elio (51), Nicolás (29) y Ramiro (20), transitan el camino del éxito. Y también triunfan. Días atrás ganaron la «Copa Asimov de Sumo Robótico» organizada por el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), una institución de altísimo prestigio.

Elio, a quien todos conocen por el apodo de Fito, es ingeniero electrónico y docente en la EET 6, el ITEC y la Universidad. Creó un equipo de Sumo Robótico con sus hijos y alumnos en la Escuela Técnica Nº 6 de barrio Somisa. Ganaron varios campeonatos nacionales en una disciplina inspirada en el tradicional deporte japonés. “El sueño es competir internacionalmente”, aseguran, con entusiasmo indisimulado en sus rostros. 

Elio y Ramiro visitaron esta semana el programa «Pila & Media» (Radio U). Llevaron lo que ellos mismos denominan “robotitos”, y repasaron una larga lista de triunfos en el Sumo Robótico, algo que ellos prefieren no definir como hobby. “Es un deporte, que requiere desarrollo y mucha estrategia”, cuentan.

“La robótica es una disciplina muy completa: se aprende programación, electrónica, mecánica y trabajo en equipo”, afirma Elio. “Hay que armar placas, soldarlas, y aprender a programar estos robotitos que imitan los movimientos de los luchadores de sumo”, añade el docente.

Hacer docencia

“En 2009 nos llegó a la Escuela Técnica de Somisa una invitación para participar de un torneo de Sumo Robótico. Cuando leo el reglamento y las especificaciones de cómo se podían construir estos robotitos autónomos me di cuenta de que era una fantástica manera de acercar a los alumnos al mundo de la programación, pero de una forma más divertida. Y con un fin, porque el entusiasmo se potencia cuando podés medirte con los desarrollos de otras personas”, explica Elio.

Ese mismo año empezaron a competir. “Tuvimos muy buenos resultados, en el sentido de que los chicos se entusiasmaron muchísimo”, agrega el ingeniero. Dieron detalles de la lógica de funcionamiento de los robots, y se detuvieron a explicar que uno de los factores decisivos es la estrategia que se utiliza en cada batalla, la cual está definida de acuerdo con las fortalezas y debilidades del robot oponente.

Los desarrollos robóticos de los Páez tienen características que reflejan evoluciones. Y para ellos son casi miembros de la familia. De hecho, tienen nombres. Uno se llama D10S, en homenaje al Pelusa, obvio. Otro se llama Crespín, homónimo del padre de Elio. También están Marvin, Filo, Venom, Coraje (el más chiquito), Tétanos y Tachame la Doble.

Ramiro revela que dividen las tareas con su hermano Nicolás. “Grabamos las peleas, y cuando perdemos, aprendemos”, afirma el menor de los dos. Empezaron a desarrollar robots en el garaje de la casa, y hoy ya cuentan con un espacio más parecido a un taller robótico doméstico. Comen pizza mientras trabajan en los desarrollos y estrategias, cuentan entre risas.

Aprender de lo lúdico

“Si bien lo que hacemos tiene un carácter lúdico, en definitiva se trata de desarrollos en el campo de la programación y la robótica. Es decir, programación orientada al automatismo. En la Técnica 6 tenemos dos brazos ABB que, si bien no son industriales, son excelentes a nivel educativo. En el ITEC disponemos de un brazo robótico KUKA. Aplicado a lo lúdico, el aprendizaje en la utilización de estos dispositivos se hace más rápidamente. Y abre un abanico de posibilidades en cuanto a los distintos lenguajes de programación que existen. Lo que se genera con este tipo de emprendimientos es que los alumnos incorporen conocimiento de lógica para desarrollar algoritmos, que en definitiva es lo más importante”, sostiene Elio Páez. 

Para todo argentino que quiera crecer internacionalmente, el factor económico es determinante. O prohibitivo, como se lo quiera ver. Las frustraciones son muchas cuando se hace el cálculo de cuántos pesos se necesitan para adquirir insumos dolarizados, y viajar para medirse con los mejores de este campo de la ciencia.

“La idea es probarnos internacionalmente, porque ahí están los mejores del mundo. Una vez calificamos para competir en Rumania, con D10S, pero sin apoyo económico fue imposible hacerlo. A nivel internacional no se puede competir sin sponsors”, explicaron Ramiro y Elio. Japón, México, Estados Unidos son países con grandes desarrollos a partir del apoyo de los sectores público y privado. En Argentina no es tan sencillo que el Estado o empresas acompañen esto que, en definitiva, representa tanto una puerta al mercado laboral como una ventana abierta al mundo.